Primer día del año y ayer en la cena de Nochevieja mi esposa me comentó en broma que el día de Año Nuevo podíamos ir a la playa a pegarnos un baño. Respondí que me parecía una idea genial pero al poco rato ella insistió en que era broma. El resto de la noche fue muy bien, cenando en familia, viendo el especial de José Mota y desafortunadamente teniendo que ver las campanadas con David Broncano por insistencia de mi suegra. Poca gracia me hacía ver al sujeto ese, y cada vez que aparecía con el bombo mi mente sólo recordaba lo de "¡Coronavirus oé, coronavirus oá!" y me hubiera gustado coger el mazo del bombo e incrustárselo en la cabeza mientras le preguntaba cuándo pensaba pedir perdón a las 150.000 personas que murieron por la pandemia del Coronavirus, ese del que el señor Broncano y sus amigos hacían tantas bromas y se mofaban de los que intentaban alarmar a la población sobre lo que se nos venía encima. Pero nada ahí estaba el sujeto, sin ningún tipo de remordimiento y adorado por la gente que como mi hija mayor dice "¡Es que es muy gracioso!". Yo sigo sin verle la gracia la verdad.
Después de vuelta a casa fui consciente de que había cenado demasiado y ante mí se presentaba otra mala noche durmiendo que acabaría en el cuarto de baño vomitando gran parte de la cena. De un tiempo para aquí si ceno más de la cuenta mi cuerpo rechaza la comida y las visitas al amigo Roca son frecuentes. Así que esta mañana me he levantado, me he lavado la cara y los dientes, y después de hacer la cama, me he puesto el bañador, he cogido la toalla y las chanclas y he bajado a la piscina a darme el primer baño del año.
La ducha previa al baño en la ducha de la piscina ya me ha hecho cerciorarme de lo fría que estaba el agua. Comparada con la ducha fría de casa, la ducha de la piscina estaba un poco más fría, pero seguía siendo soportable. Una vez mojado me he dirigido a la piscina y la diferencia era mucho mayor. Nada más entrar en el agua por las escaleras de la piscina he comprobado que la intensidad del frío era mayor de lo que esperaba, cada paso que daba en la piscina se convertía en un desafío de frío y dolor, tenía la sensación de que me estuvieran clavando todo mi cuerpo con agujas. He entrado y salido tres veces de la piscina, y mientras volvía a entrar hacía ejercicios de respiración para calentar mi cuerpo y sacudía mis brazos y mis manos que se habían quedado entumecidos.
La tercera vez que he entrado en el agua he comprobado como mi cuerpo empezaba a enrojecerse pero no por el calor, sino por el frío. Al salir el agua de la ducha de la piscina me ha parecido hasta caliente. Después de secarme y encontrar cierta sensación agradable fuera de la piscina, donde hacía más calor, he subido a casa, me he cambiado de ropa y me he ido a pasear con mis perras. Me he encontrado a gente abrigada con anoraks mientras yo iba vestido con pantalón largo y un polar. La sensación de calor que había era agradable. ¡Qué fría estaba el agua de la piscina! ¡Y que bendición poder superar este desafío auto impuesto!
Ahora toca comer poco y dejar que mi cuerpo se recupere poco a poco de los excesos de las comidas y almuerzos navideños. Cuando bajaba hacia la piscina no ha habido ninguna duda sobre lo que iba a hacer, a diferencia de otras veces cuando las dudas asomaron esta vez he podido hacer algo sin ningún tipo de duda, ha sido como decimos por aquí pensat i fet.
Un buen comienzo para un año donde el único objetivo es volverse más fuerte en todos los sentidos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario